Sobre la sostenibilidad de los proyectos sociales

Una pregunta que ha estado en el centro del debate desde los albores de la cooperación internacional al desarrollo y desde el surgimiento de las políticas públicas en la segunda mitad del siglo XX tiene que ve con las formas de poder garantizar la sostenibilidad de los procesos y proyectos que se emprendan.

Desde el momento en que el economista de origen indio Amarha Sen, premio Nobel de Literatura en 1998, desarrolló nuevas propuestas para comprender y medir la pobreza, las acciones dirigidas a grupos vulnerables en diferentes partes del mundo, comenzaron a preguntarse sobre las mejores formas de lograr cambios positivos en las condiciones de vida que no estuvieran circunscritas al tiempo durante el cual permanecía la financiación, sino que por el contrario, dichas transformaciones pudieran profundizarse y permanecer en el tiempo. En el caso latinoamericano fue Manfred Max Neff quien, a través de su “Desarrollo a escala humana”, logró traducir y aplicar al contexto latinoamericano los importantes postulados de Sen. 

La teoría del desarrollo humano coloca en el centro del pensamiento y de la acción a las personas que por sus condiciones socioeconómicas, políticas y culturales se encuentran rezagadas del resto en sus posibilidades de desarrollo. Pero no se les considera como sujetos pasivos que esperan la “buena voluntad” de los gobiernos o las agencias de cooperación, sino que se las valora como provistas de muchas capacidades individuales y colectivas que pueden y deben ser desarrolladas.

De esta manera, promover las libertades desde los gobiernos y tomadores de decisión e impulsar las capacidades de las personas se convierten en los pilares del desarrollo a escala humana y por tanto, la formulación, implementación, seguimiento y evaluación de los proyectos de desarrollo, además debe cumplir con indicadores de pertinencia, calidad y de eficiencia, debe garantizar el protagonismo de los participantes con todas sus diversidades y complejidades.

Hoy en día se considera que la sostenibilidad de los proyectos sociales pasa necesariamente por la implementación consciente de diversos mecanismos de innovación social que incluyen la activa participación de la gente, el diseño de soluciones a la medida de las problemáticas locales que incluyen prácticas ancestrales, la vinculación de diferentes actores sociales y políticos del territorio, la transparencia y comunicación de las acciones, el seguimiento y la rendición de cuentas permanentes, entre otros. 

Gestión y Acción ha transitado a lo largo de los años por ambos caminos, el de apoyar la implementación de acciones de desarrollo que infortunadamente sucumben ante la presión del tiempo y de alcanzar resultados rápidos y que por tanto, avanzan poco en garantizar arraigo y sostenibilidad y también afortunadamente, Gestión y Acción ha caminado junto a organizaciones nacionales e internacionales procurando que las transformaciones y los resultados perduren y que los mismos tengan arraigo en las comunidades. 

Vale la pena aquí mencionar el trabajo sostenido con las madres comunitarias para interiorizar la importancia de la lectura y otras formas artísticas en la formación de la primera infancia que durante años se ejecutó con el ICBF, la OIM y Fundalectura, o el fortalecimiento de las organizaciones comunitarias de padres de familia en torno a las Escuelas de Música de muchos municipios colombianos para impulsar proyectos productivos y emprendimientos culturales para su sostenimiento en conjunto con el Ministerio de Cultura, o el apoyo a las organizaciones juveniles alrededor de procesos tan relevantes como la participación en espacios de toma de decisiones o en la promoción de los derechos sexuales y reproductivos en articulación con el ICBF y multitud de actores nacionales e internacionales. Al revisar hoy muchos de esos procesos, se evidencia que no solo continuaron, sino que se fortalecieron con otros actores organizativos e institucionales y muestran de muchas formas que han avanzado en su sostenibilidad.

Por este motivo, reflexionar y sistematizar constantemente sobre la práctica de los proyectos sociales permite recopilar las formas para hacerlo mejor cada vez y ello incluye que tanto técnicos como comunidades puedan recabar de forma permanente reflexiones sobre las buenas prácticas, las lecciones aprendidas, el intercambio de experiencias y la evaluación participativa sobre lo que se hace, sobre lo que se puede mejorar y sobre todo, lo que se debería hacer para garantizar que el desarrollo de las libertades y las capacidades puedan continuar, aún después que acabe la financiación y el apoyo técnico de los proyectos.

Manuel Bayona

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